lunes, 2 de agosto de 2010

El secreto de Leruey

Después de todas estas reflexiones variopintas e inconexas me he percatado de que aún no he hablado aquí de algunos de mis proyectos personales más ambiciosos. Escribo tan aprisa que a veces escribo lo que pienso sin pensar en lo que escribo y no me centro. Como Apolo no me dio el don de la poesía me tengo que conformar con la prosa. En términos literarios sólo soy una prosaica prosista, pero yo tengo alma de novelista. Cuando tenga un poco de experiencia escribiré una obra en la que se mezclarán la retórica y la poética con una historia fantástica y pseudofilosófica. Pero no tengo experiencia ni estilo propio todavía y me limito a seguir buscando. Hace ya tiempo que comenzara a escribir una trilogía fantástica que sigue inconclusa, porque no le dedico todo el tiempo que debería. Los veranos son para escribir, pero este estío, cosa curiosa, no me apetece, estoy inspirada y voy hilvanando ideas sueltas pero me da pereza sentarme a escribir. Estoy segura de que si me obligo toda la inspiración desaparecerá... El fragmento que presento es del epílogo, pero como es muy enigmático lo dejo para ver qué os sugiere. En teoría tengo la primera parte terminada pero me falta conectar determinados capítulos, pasar a limpio y rematar algunas cosas.
En esta trilogía el argumento sirve (creo yo) para presentar algunos conflictos atemporales y de difícil resolución: la frágil naturaleza del ser humano, el amor y el odio, tan opuestos pero tan similares, ¿Se puede vivir en un mundo que no está en armonía? ¿Por qué corrompe el poder? ¿Por qué hay cosas que se siguen la una a la otra irremisiblemente, por qué todo es cíclico? ¿Por qué todo se organiza en parejas de opuestos? ¿Existe el destino? y si existe ¿Debemos seguirlo o es posible zafarse de él? Todo esto situado en un país imaginario y en un trasfondo de guerras, intrigas y luchas por el poder. Ahora debería colocar aquí un fragmento para que comprendiéseis de qué hablo, puesto que no puedo revelar más detalles del argumento, no sólo porque no es lógico sino también porque está sujeta a cambios. En fin, feliz lectura y a imaginar:

En esta oscuridad profunda el tiempo se ha detenido.


-Has vuelto, tú que eres una triza de mi alma. Estás aquí y ni siquiera te habías marchado. Hija mía, eres una preciosa violeta de amatistas, la oscuridad de la noche… yo te creé.
-Lo sé, Excelsa Emperatriz.-dije amedrentada.
-Llámame madre, ¿acaso no lo soy?
Miré a mi alrededor. Una oscuridad violácea, una sima sin fondo, estaba sumergida en un mar de fría negrura, pero era allí donde pertenecía, donde debía estar, me sentía cómoda.
-No ha llegado tu momento, pero pronto llegará. Recuperarás lo que nunca debimos perder… y me honrarás.
-Madre, ¿Podéis hacerme regresar?-pregunté ansiosa.
-Puedo. Pero no debes ser impaciente, hay otras que deben volver primero.
-¿Otras?-me extrañé, yo era la única que tenía ese anhelo en aquel abismo.
-Tu existencia es fragmentaria.-sentenció y su voz se desvaneció en una estela de color púrpura.


En esta luminosidad efímera el tiempo no existe.


-Has llegado, tú que eres mi fiel sirviente. Estás aquí y ni siquiera te esperaba. Dulzura, eres un gallardo lirio de zafiros, la brisa de la montaña… yo te escogí.
-Lo sé, Diosa del Viento, pero yo sólo he acudido a vuestra llamada. Os rogué para que me condujeseis a vuestro lado.-expliqué con extrañeza.
-Yo no te quería aquí junto a mí. Tú tenías una misión por cumplir…
-¿Entonces?
-Alguien te concedió ese deseo que yo no iba a otorgarte.
Miré a mi alrededor. Un cielo añil de nubes, un aire diáfano, estaba flotando en un piélago de bruma, pero era allí donde pertenecía, donde debía estar, me sentía cómoda.
-Ahora me arrepiento.-me lamenté.
-Quizá no sea tarde, pero debes aceptar algo primero.
Junto a mí surgió un espejo enmarcado por un chorro de nubes.
-Esa no soy yo.-afirmé señalando a la chica de cabellos oscuros y mirada penetrante que el espejo mostraba como mi reflejo.
-¿Quieres volver?
-¿Ella también volverá?-señalé al espejo con temor.
-Ella es tu verdadera naturaleza.
-Mentís…-susurré.
-Contéstame, ¿Quieres volver?
-Debo volver.
-Sabia decisión, tus dudas serán despejadas. Sin embargo, estás demasiado débil como para regresar por ti misma.
-¿Qué significa eso?
-Tu existencia es fragmentaria.-comentó y su voz se disolvió entre la niebla.