lunes, 28 de junio de 2010

Un rêve bruxellois

No hace mucho que regresé de mi viaje de fin de curso a la capital belga pero la impronta que esta ciudad multicultural ha dejado en mí aún se mantiene. Esta ciudad, capital europea, es simplemente, monumental. Pero dejando a un lado la lista de comentarios turísticos, que podría ser interminable, Bruselas es la frontera en un país dividido por la "cuestión lingüística". Francés y flamenco miden sus fuerzas en este país en el que la parte sur es francófona y la parte norte se niega a hablar esta lengua. Si me comparan el flamenco con el francés diré que es una lengua compleja, de raíces germánicas y de sonoridad horrible si la enfrentamos a la  musicalidad francesa. En cualquier caso, cuando pisé suelo español me di cuenta de una cosa: algunos de mis compañeros habían afrontado el viaje como "la última oportunidad para hablar francés". Ahora que sopeso esta observación debo admitir que puede ser bastante plausible. Aún así, ¡Yo me niego a olvidar la lengua de Molière! a pesar de que pierde importancia en detrimento de la lengua de otro gran dramaturgo: Shakespeare. Pues sí, queramos o no, el inglés es el esperanto moderno, lo que sin duda amenaza a la diversidad lingüística mundial. No obstante la francofonía es enorme si consideramos que se mantiene esta lengua en las que podríamos denominar "antiguas colonias". De hecho, los flamencos que se oponían a hablar francés utilizaban el inglés con nosotros ante la dificultad de la lengua flamenca. El francés era la lengua de la aristocracia por excelencia, había que dominarla y saber tañer el piano si se deseaba ser bien visto por la alta sociedad. No olvidemos que nuestro Carlos I, nacido en Gantes, por cierto, en una de sus más celébres frases afirmaba lo siguiente: "Hablo en italiano con los embajadores; en francés, con las mujeres; en alemán con los soldados; en inglés con los caballos y en español con Dios." Así vemos que se cumple una de las denominaciones que se le ha dado a esta lengua: la lengua del amor, y esto no es casual ya que la lengua francesa, aunque unificada por Napoleón, hunde sus raíces en la literatura provenzal, trovadoresca y en el amor cortés. Por otra parte, si ahora mismo preguntásemos a cualquier persona que nos diese el título de alguna canción en francés nos diría la celebérrima "La vie en rose" de Piaf o bien "Ne me quitte pas" de Brel, baladas amorosas y románticas hasta decir basta. Pero el francés no es sólo la langue de l´amour es una lengua con gran tradición cultural, especialmente durante la Ilustración: Diderot, D´alembert, Voltaire, Rousseau, Montesquieu. La primera Encyclopédie de la historia está redactada en esta lengua. Es un idioma al que estoy muy ligada y que adoro. Además, esta creencia se ha visto reafirmada este año mediante el estudio de la literatura francesa de la mano de dos enormes autores Baudelaire (padre de la poesía moderna) y Balzac (cronista de la sociedad del s XIX gracias a su prolífica y excelente producción novelística). Por todo esto, me apena sobremanera que quienes la estudiasen en el pasado, la generación inmediatamente anterior, nuestros progenitores, la hayan olvidado casi sin tener en cuenta el enorme valor que tiene en la literatura, la cultura y el arte en general...  No debo seguir con mis tribulaciones, mantendré esta lengua viva en mi interior aunque sea de manera artificial, como se conservó la retórica en Roma con la llegada del Imperio, cuando perdió su función esencial: la política.
Nota: este artículo se lo dedico a todos los profesores que se tienen que enfrentar con la desmotivación cada día en las aulas y en especial a los que enseñan francés (en especial a María Dolores y a Ana Gracia). También va para los afrancesados y amantes de la cultura francesa. Por supuesto se lo brindo también a todos los que decidan retomar sus estudios de Francés en la jubilación (¡va por ti, Pilar!). Mil perdones si alguno de los datos aquí consignados no fuesen los correctos, se aceptan sugerencias y correcciones. 

miércoles, 2 de junio de 2010

Manifiesto para los que somos el futuro...

Así titulé el discurso que di en el acto de clausura de 2º de Bachillerato, con voz temblorosa y casi llorando al final. Para todos aquellos que me lo han pedido, aquí está. En cuanto a la música de fondo, se trataba de una versión del canon de Pachelbel tocada con arpa y guitarra, muy relajante, a ver si encuentro algún modo de subirla. Gracias a todos, llevaré vuestro recuerdo siempre.

Parece mentira, pero todo termina. El tiempo se nos ha escurrido como agua entre los dedos, sin apenas percibirlo, sutilmente. Hemos concluido satisfactoriamente una de nuestras etapas estudiantiles, por ello, debemos dar las gracias a este plantel de profesores que nos ha formado y guiado por esta ardua senda que es el estudio. Pero este momento que se nos plantea a partir de ahora es el que podríamos denominar “ahora depende de nosotros”. Hasta este preciso instante hemos caminado de la mano de nuestros progenitores y profesores, ¿Qué es ser educado, sino ser conducido? Sin embargo, ahora toca comenzar la andadura por nosotros mismos. Esto no significa una escisión total, porque cada vez que recordemos lo que estos profesores nos ayudaron a aprender, los rememoraremos a ellos, y a esta “alma Mater” que ha sido este centro. Decía Isaac Newton que “lo que sabemos es simplemente una gota de agua en el océano”. Yo pienso que cada gota de conocimiento que aportamos es un medio para mejorar nuestro mundo. Ese es ciertamente el verdadero reto de nuestro tiempo. Nosotros, que somos el futuro, la esperanza, debemos plantearnos cómo podemos mejorar el presente desde nuestra actividad profesional. Esta alentadora utopía es el proyecto que hemos de afrontar. Pero únicamente será posible lograrlo entre todos, aunando fuerzas, avanzando juntos. Si nos enfrentamos a los problemas con amplitud de miras, si contraponemos opiniones y tratamos de llegar a acuerdos, no habrá ningún conflicto irresoluble: el diálogo es la llave del futuro. La ilusión, la curiosidad, la disciplina, el afán de autosuperación… inherentes a la condición del estudiante, nos serán necesarios para alcanzar el éxito en cualquier campo, en cualquier etapa de nuestra vida. Compañeros, ahora sólo resta decir, aunque con tristeza, que la suerte está echada y que comienza una vida nueva, incipit, vita nova! Muchas gracias.