martes, 28 de febrero de 2012

Tiempo


El tiempo pasa, inexorable, inexpugnable, en cada grano de arena, en cada gota de agua que colma la clepsidra... y a su paso todo cambia y se transforma, es el milagro del tiempo que logra que nada permanezca estático y aunque el cambio sea a veces drástico e incomprensible permite que avance la vida. En ocasiones nos quedamos quietos en una espiral de acontecimientos que no podemos controlar, observando con impotencia cómo todo se modifica o destruye, pero entonces descubrimos que el tiempo es el mejor maestro y que su paso aunque devastador se convierte en determinados momentos en el único consuelo existente. El tiempo nos hace aprender, madurar, equivocarnos y construir nuestro camino. Decía el filósofo griego y presocrático Anaximandro que el tiempo es un juez universal que reordena el universo. Este es un alivio que personalmente agradezco ante el poder del tiempo que nos consume, ante los anhelos de inmortalidad y las ansias de eternidad del ser humano. Es el tiempo el que logra que la verdad aparezca con vigor y el que obra con una suerte de justicia poética devolviendo todo a su cauce, logrando que la mentira y la injusticia no permanezcan vivas más lapso del necesario. Por ello, ante lo inevitable sólo podremos tratar de disfrutar y de enriquecernos con el paso avasallador y necesario de este Leviatán. 

P.D. 2 años ya escribiendo en este blog, espero que sean muchos más, gracias por animarme y por estar ahí.

domingo, 19 de febrero de 2012

Talento desperdiciado

Una frase bastante ilustrativa de Beethoven decía que "el genio se compone de 2% de talento y 98% de perseverante aplicación". Es bastante cierto que si el talento no se cultiva y alimenta se acaba perdiendo o desperdiciando. Últimamente vengo comprobando que los proyectos que emprendo no acaban bien y esto me hace desilusionarme bastante hasta el punto de sentirme inútil, en especial en lo que al teatro se refiere, pues a pesar de poner todo mi empeño contemplo como por irresponsabilidad o circustancias sobrevenidas los componentes del grupo se van desentendiendo y todo queda en una mera promesa incumplida. Está claro que resultaría muy engreído por mi parte hablar de que tengo talento y que no lo cultivo por pereza, simplemente en mi opinión hemos venido a esta vida para entregarnos a El Arte. Esa era la opinión de Baudelaire que yo personalmente comparto. Ante el Hastío (spleen) de la vida, la inevitable venida de la muerte había que llenar la vida pasajera con algo que la hiciese satisfactoria, algo por lo que mereciese la pena ser vivida. Baudelaire hablaba entonces de la Belleza, del Arte como medios para escapar de la anodina realidad. Lo cierto es que hagamos lo que hagamos apenas será una mónada en el universo, pero esto en lugar de desanimarnos debería incluso alentarnos incluso más para perfeccionar con más tesón incluso esa mónada que vamos construyendo con nuestra vida. Por ello algunos cantan, tocan algún instumento, otros componen o escriben letras, hay quienes pintan o fotografían. En resumen, de una forma u otra siempre estamos tratando de darle algo de contenido artístico a nuestra existencia porque no queremos desaparecer en la bruma del olvido, pasar desapercibidos, por pura vanidad o incluso con objeto de aparecer como virtuosos a los ojos de los demás, o para sentirnos realizados con nosotros mismos. Esta es al menos mi visión, tengo que buscar evadirme escribiendo o actuando porque de otra manera me siento inútil como si mi paso por este mundo careciese de valor. He visto esta actitud en muchas otras personas y considero que quienes la presentan poseen una especial sensibilidad que les lleva a detenerse en todos los detalles que el mundo nos ofrece para empaparse de ellos y que así fluyan y se interrelacionen estimulando su creatividad. Sin más agradecerle a algunos usuarios de Twitter por los que he podido recordar que la frase del encabezamiento fue pronunciada por Beethoven, en especial a Héctor M. quien considero que encaja con el modelo de persona a la que me refiero en el presente artículo. Recomiendo encarecidamente visitar su blog: http://hectorstravinsky.blogspot.com

Exceso de confianza

Hay un dicho que derrocha gran sabiduría popular y reza "cría fama y échate a dormir". Antes solía interpretarlo de modo que la fama puede ser negativa, pero también puede ser perjudicial en el sentido del refrán si dicha fama si es positiva. Cuando alguien aparece a ojos de los demás como una persona digna de confianza y crédito a veces esta fama tan positiva puede serle perjudicial, y es que puede llegar a convertirlo en consejero y salvador de los demás y aunque en determinados momentos esto pueda resultar un verdadero halago a la larga puede representar una condena. Depender en exceso de otra persona es perjudicial, ya que se trasvasa toda la confianza en uno mismo a otra persona diferente, es decir, una traición a uno mismo y su valía. Por otro lado también se corre el riesgo de convertirse en un mero instrumento a ojos de los demás, de modo que el valor se cifra en los favores adecuadamente prestados, sin que se reciba contraprestación (nunca pedida pero quizá siempre esperada) o siquiera agradecimiento. Esto es sumamente frustrante porque uno comprueba claramente cómo golpea la hipocresía, que en mi opinión es una de las grandes lacras de la sociedad actual, porque mediante ella se puede dar entrada a todos los males imaginables. ¿Cuántos "te debo una" han quedado en agua de borrajas? Así que, si vas a confiar en mí me sentiré muy halagada, pero antes piensa si lo vas a hacer sinceramente o si tal exceso de confianza puede llegar serte perjudicial.

sábado, 11 de febrero de 2012

La sociedad y la justicia

  Quejarse de la justicia española parece haberse convertido en un deporte nacional. Es cierto que nuestro sistema judicial está anquilosado pero también es cierto que no depende en exclusiva de la acción de los jueces, quienes han accedido a la carrera judicial por procedimientos mediante los que acreditan sus conocimientos y que se limitan a aplicar e interpretar en unos términos restringidos la ley que emana del Parlamento. 
  La visión de justicia que se plasma en la ley es plenamente variable, ya que de una forma u otra la sociedad en sus exigencias y desarrollo se anticipa al lento proceso legislativo, por ello se trata de una justicia imperfecta que el juez en el ejercicio de su función jurisdiccional no puede alterar ya que de lo contrario contravendría el delicado sistema de separación de poderes (que en España es formal pero no material). La justicia es un valor deseado por la sociedad y al parecer las leyes no son el instrumento más adecuado para alcanzarla, pero de momento, es el mejor y único medio civilizado que tenemos para poder lograr aproximarnos a ella. Las leyes deben estar por encima de nosotros, como individuos miembros de la sociedad, y aspirar a ser más óptimas que sus creadores, dentro de lo posible. 
  Por ello, simplemente me siento horrorizada cuando en un arrebato visceral y ante casos mediáticos y de gran expectación la sociedad parece clamar como única solución la implantación de la pena capital. Superamos esa etapa de la historia en su momento y retroceder a ella sería absurdo. De hecho en EEUU muchos Estados la han suprimido debido a la enorme cantidad de errores judiciales observados en su aplicación (errores irreparables, al contrario que ocurre con la pena de prisión que, aunque de manera imperfecta, se traducen en una compensación económica). 
  Además, según nuestra norma fundamental, dicha pena sería inconstitucional al impedir la reinserción del delincuente. El actual proyecto de reforma que pretende imponer la "prisión ilimitada revisable" suscita las mismas sombras de inconstitucionalidad. Esto sucede porque nuestra carta magna apuesta por la dignidad humana y la rehabilitación de los penados. De una forma u otra, todos somos potenciales delincuentes y podemos vernos inmersos en contextos de criminalidad casi incluso de forma fortuita. De ahí que los sistemas judiciales modernos cifren sus actuaciones en términos de inocencia y no de culpabilidad (no se olvide que el principio rector es la presunción de inocencia). Todo ello se relaciona con la dureza del Derecho penal, que debido a su efecto de privación de libertad y de afectación de los derechos fundamentales debe emplearse de manera restringida (principio de intervención mínima) dado su condición de "ultima ratio". 
  Se ha generado la detestable práctica de convertir los crímenes más execrables en verdaderos teatros mediáticos con los que se pone seriamente en peligro la independencia judicial. Los medios de comunicación han encontrado un filón de audiencia con dicho método en el que se presenta una visión tergiversada de la realidad en la que los personajes son planos y plenamente predecibles. Sin embargo, si se me permite acudir a la expresión "ni los malos son tan malos, ni los buenos tan buenos". Es preciso adoptar una posición crítica y tratar de contrastar para no caer en el error de prejuzgar de manera temeraria, ya que sólo al juez le compete esta tarea. 
  Por otro lado, al parecer la población sólo clama ante las "injusticias" que subjetivamente considera dañinas o perjudiciales para sí. Existen infinidad de casos que quedan en el anonimato o en el olvido porque no han logrado situarse en el primer plano que los medios otorgan a través de un criterio sumamente discutible. Cuando la injusticia parece sacudir a determinadas personalidades poderosas se contempla con satisfacción y cierto alivio, lo que obviamente me hace preguntarme por el rasero empleado para ello. La justicia existente, con sus fallos y posibilidades de ser mejorada, es, o debería ser la misma para todos. 
  He aquí mi opinión, no pretendo ser demagoga ni hacer gala de una verdad universal de la que carezco (por inexistente) simplemente trato de aplicar mis exiguos conocimientos jurídicos a la realidad.