sábado, 3 de abril de 2010

Reflexiones de una joven ante su inminente "mayoría de edad"


El 4 de abril cumpliré los 18 años. Paradójicamente cae en Domingo de Resurrección, como si se me abriese una nueva vida ante mis ojos. Si fuese un puer de la antigua Roma dejaría atrás la bulla y la toga praetexta para tomar la toga viril pero como no lo soy tengo que conformarme escribiendo estas líneas. Lo cierto es que ese momento de la vida consistente en el paso de la "minoría de edad" a la "mayoría de edad" ha sido celebrado por todas las culturas con diversos rituales y mucha parafernalia. Hoy en día tenemos las "puestas de largo" popularizadas a través de la cultura norteamericana. En términos legales la mayoría de edad ha sido una cuestión aleatoria y necesaria para estipular asuntos tan importantes como el sufragio y otros temas legislativos (cárcel, consumo de alcohol...). Anteriormente a los 25 y actualmente a los 18. Pero a nivel interno y psicológico poner edad a este fenómeno es algo absurdo. Es como pensar que el hombre pasó del mito al logos en apenas un día, en un momento concreto, como una transformación súbita, una metamorfosis mágica. La madurez no se puede acotar. No puede decirse alegremente que alguien a una edad determinada es ya responsable y consciente de sus actos. El ser humano es el único consciente de su fugacidad y este aspecto bastaría para hacerle enloquecer, sin embargo, sigue su camino, lidiando con fuerzas desconocidas. Ante este panorama la "mayoría de edad" es un concepto vacío. Inmanuel Kant decía que la Ilustración era la mayoría de edad de la Humanidad, el momento en que los humanos se atrevieron a pensar por sí mismos. Es decir, la mayoría de edad implica espíritu crítico, enjuiciarse a uno mismo y a los demás. Sin embargo, dudo de que el ser humano sea capaz alguna vez de iniciar su andadura en soledad. Siempre nos aferramos a algo ya sea material, espiritual o de cualquier otra clase, de lo contrario, la existencia resultaría insoportable. Por eso, la mayoría de edad no puede circunscribirse al momento en el que aparecen las conocidas como "muelas del juicio" cuando se reviven los terribles dolores infantiles. En el fondo somos niños en permanente crecimiento, nunca dejaremos de madurar. Toda la semana la he pasado sumida en una racionalidad fría que me ha mantenido en vilo. La Semana Santa me ha hecho iniciar (salvando con creces las distancias) mi camino al Gólgota. Recibí el regalo que había pedido a mis padres hace mucho tiempo. Se trata de un reloj de bolsillo hermosísimo en el que está inscrito lo siguiente: Kronos fugit, carpe diem es decir, el tiempo pasa, aprovecha el momento. Cronos es el dios griego del tiempo y la inscripción aúna mis dos pasiones: el griego y el latín. El tiempo pasa y se supone que debo controlarlo y hacer un uso responsable de él, puesto que en teoría ya he madurado. Pero el balance que he hecho no me ha satisfecho por completo. Pues, tiempo al tiempo...

1 comentario:

Isa dijo...

Me encanta, estoy totalmente de acuerdo contigo¡¡