viernes, 17 de septiembre de 2010

Delito de lesa majestad

Me propongo ahora reflexionar sobre algo que nos concierne a todos, y es que la Justicia es uno de los pilares de la sociedad actual. Conceptos como la presunción de inocencia o la legítima defensa nos han hecho avanzar. Aunque hoy el panorama es bien distinto. La Justicia está estancada, no sólo por su lentitud que la hace naufragar en un mar de burocracia a veces innecesario. (Si se mira bien, la palabra "burocracia" puede llegar a ser muy humorística). Además, la Justicia tiene que lidiar contra algo que la ha venido acompañando desde siempre, el lenguaje jurídico. Está claro que cada profesión, cada campo del saber, tiene su jerga y su argot, sus tecnicismos. Sin embargo, del mismo modo en que un médico le explicaría gustosamente a su paciente en qué consiste esa dolencia impronunciable que según él, padece, los abogados, jueces y demás tendrían que hacer lo mismo. Al fin y al cabo la Justicia, como la medicina, es un servicio público esencial con lo que debería estar al alcance de todos. Es imposible descifrar un escrito jurídico. Para hacerlo hay que o bien, estar muy versado en la materia o bien, tener cerca un diccionario. Vaya por delante que me encanta este modo de expresarse pero también es digno de aceptar que no se trata de una manera práctica de comunicarse. Se trata de un lenguaje altisonante, complejo, confuso y enrevesado, casi literario. Las múltiples acepciones de los términos convierten en una tarea difícil comprender cualquier texto jurídico para un lector medio. Es un caos, en su mayoría son palabras bastante antiguas y que han quedado en desuso, salvo para el anquilosado argot jurídico, que parece ignorar que los tiempos cambian. Tampoco hay que olvidar la pompa de las togas, y las pelucas (que en muchos lugares se siguen conservando) que nos hace retroceder en el tiempo. La Justicia tiene que luchar contra este anquilosamiento. La simplicidad y la economía del lenguaje sin duda favorecerían su rapidez y su eficacia. Para lenguaje grandilocuente y literario ya tenemos a genios de la literatura como Cervantes, Shakesperare o Goethe con los que deleitarnos.
Y todo esto lo digo como futura estudiante de Derecho.

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