viernes, 22 de julio de 2011

El lado oscuro del efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión toma ese nombre del famoso mito griego por el cual el famoso escultor de dicho nombre creó una escultura de una mujer tan perfecta que se enamoró de ella. Finalmente Afrodita, apiadada y con el objetivo de que triunfase el amor le concedió a Pigmalión su deseo de que se convirtiera en una mujer real. Una vez sabido esto es sencillo comprender en qué consiste el efecto Pigmalión en el ámbito psicológico, laboral y estudiantil. A mi modo de ver no deja de ser una muestra más de determinismo, no tan radical como el de Zola, pero determinismo al fin y al cabo. Lo que viene a decir este efecto es que las expectativas u opiniones de las personas que nos rodean nos influyen precisamente en el sentido positivo o negativo en que estén formuladas. Personalmente no es algo con lo que esté de acuerdo y me parece una clara muestra de lo fácilmente influenciables que podemos llegar a ser. De hecho, un estudio reciente ha demostrado que las langostas toman decisiones a la hora de actuar de manera similar a cómo lo hacemos los humanos en el seno de las redes sociales. Si se analiza en profundidad el consabido efecto puede resultar perverso y cruel. En cierto modo no deja de ser una asunción de expectativas ajenas, lo cual supone una presión externa que resulta intolerable, ¿cuál es la frontera entre lo que uno espera de sí mismo y lo que los demás esperan de ti? es claramente una línea muy difusa. El síndrome de hikihomori por ejemplo, que sufren algunos adolescentes en Japón es un exponente representativo de lo que puede ocurrir cuando las expectativas ajenas se asumen como propias. Aunque la confianza que nuestros allegados depositen en nosotros pueda suponer una motivación, el efecto Pigmalión demuestra que a la larga puede suponer una alteración del rol que vamos a asumir en un colectivo. Por ello quizá lo más sensato sería comprobar la evolución que estudiantes, compañeros etc. tienen en su trabajo y a partir de ahí tratar de reforzar sus carencias o alabar sus aptitudes sin llegar a atosigar en exceso.

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