viernes, 23 de septiembre de 2011

El poder de los escritorios

Etimológicamente es eso lo que significa la palabra burocracia, -cracia proviene del griego arjé (poder) y buró es la adaptación al español de la palabra francesa bureau que significa escritorio u oficina. Por tanto es un término con tintes humorísticos que solemos emplear de manera despectiva. La burocracia es un maremágnum de papeleo en el que acabamos naufragando y cuyas reglas no terminamos de entender. En ese estado de cosas es muy comprensible que los funcionarios arrastren con una pésima fama que, por otra parte, parecen haberse granjeado con gran esfuerzo. Los funcionarios que nos desesperan con la burocracia son aquellos que no tienen un rango elevado, que esperan sentados delante de un escritorio o mostrador (buró) donde atienden a los usuarios sin parsimonia pero con palabrería, de manera que aunque uno vaya dos días seguidos terminará pidiendo cita para cuándo exista un hueco libre en su "apretada" agenda con el fin de poder realizar el trámite deseado y no marcharse de vacio. Y yo me pregunto ¿a qué se debe esta prepotencia, esta supravaloración del tiempo de los propios funcionarios en detrimento del tiempo de los usuarios que al fin y al cabo deben ser atendidos por aquellos? Larra nos hablaba en su artículo "Vuelva usted mañana" de las posibles causas de la burocracia y la negatividad que esta arroja sobre la visión que se pretende proyectar de nuestro país en el extranjero. El escritor madrileño atribuía la lentitud burocrática a la pereza, que según él era la "única intriga". La pereza es uno de los pecados capitales y la madre de todos los vicios a la que hay que respetar por dicho motivo, precisamente, según reza una frase popular. Y me vuelvo a interrogar ¿no será que la pereza se asocia con algo más? Hay algo en el ser humano, egoísta y malvado por naturaleza (nunca estuve de acuerdo con Rousseau) que lo hace ansiar el poder, aunque sea el que le proporciona un escritorio y un puesto en una oficina de atención al público. Por tanto, cuando el poder se alía con la pereza, quien lo ostenta lo emplea para servirla, de modo que su jornada y sus procedimientos se amoldan a sus necesidades antes que a las del resto de los ciudadanos, ya que se creen en posesión del poder, cuando dicho poder emana de los propios ciudadanos, quienes con sus impuestos cubren su salario. Mientras la burocracia de este tipo se retroalimente y esté consentida por los gobernantes, ningún país podrá avanzar.

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