No hace mucho que regresé de mi viaje de fin de curso a la capital belga pero la impronta que esta ciudad multicultural ha dejado en mí aún se mantiene. Esta ciudad, capital europea, es simplemente, monumental. Pero dejando a un lado la lista de comentarios turísticos, que podría ser interminable, Bruselas es la frontera en un país dividido por la "cuestión lingüística". Francés y flamenco miden sus fuerzas en este país en el que la parte sur es francófona y la parte norte se niega a hablar esta lengua. Si me comparan el flamenco con el francés diré que es una lengua compleja, de raíces germánicas y de sonoridad horrible si la enfrentamos a la musicalidad francesa. En cualquier caso, cuando pisé suelo español me di cuenta de una cosa: algunos de mis compañeros habían afrontado el viaje como "la última oportunidad para hablar francés". Ahora que sopeso esta observación debo admitir que puede ser bastante plausible. Aún así, ¡Yo me niego a olvidar la lengua de Molière! a pesar de que pierde importancia en detrimento de la lengua de otro gran dramaturgo: Shakespeare. Pues sí, queramos o no, el inglés es el esperanto moderno, lo que sin duda amenaza a la diversidad lingüística mundial. No obstante la francofonía es enorme si consideramos que se mantiene esta lengua en las que podríamos denominar "antiguas colonias". De hecho, los flamencos que se oponían a hablar francés utilizaban el inglés con nosotros ante la dificultad de la lengua flamenca. El francés era la lengua de la aristocracia por excelencia, había que dominarla y saber tañer el piano si se deseaba ser bien visto por la alta sociedad. No olvidemos que nuestro Carlos I, nacido en Gantes, por cierto, en una de sus más celébres frases afirmaba lo siguiente: "Hablo en italiano con los embajadores; en francés, con las mujeres; en alemán con los soldados; en inglés con los caballos y en español con Dios." Así vemos que se cumple una de las denominaciones que se le ha dado a esta lengua: la lengua del amor, y esto no es casual ya que la lengua francesa, aunque unificada por Napoleón, hunde sus raíces en la literatura provenzal, trovadoresca y en el amor cortés. Por otra parte, si ahora mismo preguntásemos a cualquier persona que nos diese el título de alguna canción en francés nos diría la celebérrima "La vie en rose" de Piaf o bien "Ne me quitte pas" de Brel, baladas amorosas y románticas hasta decir basta. Pero el francés no es sólo la langue de l´amour es una lengua con gran tradición cultural, especialmente durante la Ilustración: Diderot, D´alembert, Voltaire, Rousseau, Montesquieu. La primera Encyclopédie de la historia está redactada en esta lengua. Es un idioma al que estoy muy ligada y que adoro. Además, esta creencia se ha visto reafirmada este año mediante el estudio de la literatura francesa de la mano de dos enormes autores Baudelaire (padre de la poesía moderna) y Balzac (cronista de la sociedad del s XIX gracias a su prolífica y excelente producción novelística). Por todo esto, me apena sobremanera que quienes la estudiasen en el pasado, la generación inmediatamente anterior, nuestros progenitores, la hayan olvidado casi sin tener en cuenta el enorme valor que tiene en la literatura, la cultura y el arte en general... No debo seguir con mis tribulaciones, mantendré esta lengua viva en mi interior aunque sea de manera artificial, como se conservó la retórica en Roma con la llegada del Imperio, cuando perdió su función esencial: la política.
Nota: este artículo se lo dedico a todos los profesores que se tienen que enfrentar con la desmotivación cada día en las aulas y en especial a los que enseñan francés (en especial a María Dolores y a Ana Gracia). También va para los afrancesados y amantes de la cultura francesa. Por supuesto se lo brindo también a todos los que decidan retomar sus estudios de Francés en la jubilación (¡va por ti, Pilar!). Mil perdones si alguno de los datos aquí consignados no fuesen los correctos, se aceptan sugerencias y correcciones.
lunes, 28 de junio de 2010
miércoles, 2 de junio de 2010
Manifiesto para los que somos el futuro...
Así titulé el discurso que di en el acto de clausura de 2º de Bachillerato, con voz temblorosa y casi llorando al final. Para todos aquellos que me lo han pedido, aquí está. En cuanto a la música de fondo, se trataba de una versión del canon de Pachelbel tocada con arpa y guitarra, muy relajante, a ver si encuentro algún modo de subirla. Gracias a todos, llevaré vuestro recuerdo siempre.
Parece mentira, pero todo termina. El tiempo se nos ha escurrido como agua entre los dedos, sin apenas percibirlo, sutilmente. Hemos concluido satisfactoriamente una de nuestras etapas estudiantiles, por ello, debemos dar las gracias a este plantel de profesores que nos ha formado y guiado por esta ardua senda que es el estudio. Pero este momento que se nos plantea a partir de ahora es el que podríamos denominar “ahora depende de nosotros”. Hasta este preciso instante hemos caminado de la mano de nuestros progenitores y profesores, ¿Qué es ser educado, sino ser conducido? Sin embargo, ahora toca comenzar la andadura por nosotros mismos. Esto no significa una escisión total, porque cada vez que recordemos lo que estos profesores nos ayudaron a aprender, los rememoraremos a ellos, y a esta “alma Mater” que ha sido este centro. Decía Isaac Newton que “lo que sabemos es simplemente una gota de agua en el océano”. Yo pienso que cada gota de conocimiento que aportamos es un medio para mejorar nuestro mundo. Ese es ciertamente el verdadero reto de nuestro tiempo. Nosotros, que somos el futuro, la esperanza, debemos plantearnos cómo podemos mejorar el presente desde nuestra actividad profesional. Esta alentadora utopía es el proyecto que hemos de afrontar. Pero únicamente será posible lograrlo entre todos, aunando fuerzas, avanzando juntos. Si nos enfrentamos a los problemas con amplitud de miras, si contraponemos opiniones y tratamos de llegar a acuerdos, no habrá ningún conflicto irresoluble: el diálogo es la llave del futuro. La ilusión, la curiosidad, la disciplina, el afán de autosuperación… inherentes a la condición del estudiante, nos serán necesarios para alcanzar el éxito en cualquier campo, en cualquier etapa de nuestra vida. Compañeros, ahora sólo resta decir, aunque con tristeza, que la suerte está echada y que comienza una vida nueva, incipit, vita nova! Muchas gracias.
Parece mentira, pero todo termina. El tiempo se nos ha escurrido como agua entre los dedos, sin apenas percibirlo, sutilmente. Hemos concluido satisfactoriamente una de nuestras etapas estudiantiles, por ello, debemos dar las gracias a este plantel de profesores que nos ha formado y guiado por esta ardua senda que es el estudio. Pero este momento que se nos plantea a partir de ahora es el que podríamos denominar “ahora depende de nosotros”. Hasta este preciso instante hemos caminado de la mano de nuestros progenitores y profesores, ¿Qué es ser educado, sino ser conducido? Sin embargo, ahora toca comenzar la andadura por nosotros mismos. Esto no significa una escisión total, porque cada vez que recordemos lo que estos profesores nos ayudaron a aprender, los rememoraremos a ellos, y a esta “alma Mater” que ha sido este centro. Decía Isaac Newton que “lo que sabemos es simplemente una gota de agua en el océano”. Yo pienso que cada gota de conocimiento que aportamos es un medio para mejorar nuestro mundo. Ese es ciertamente el verdadero reto de nuestro tiempo. Nosotros, que somos el futuro, la esperanza, debemos plantearnos cómo podemos mejorar el presente desde nuestra actividad profesional. Esta alentadora utopía es el proyecto que hemos de afrontar. Pero únicamente será posible lograrlo entre todos, aunando fuerzas, avanzando juntos. Si nos enfrentamos a los problemas con amplitud de miras, si contraponemos opiniones y tratamos de llegar a acuerdos, no habrá ningún conflicto irresoluble: el diálogo es la llave del futuro. La ilusión, la curiosidad, la disciplina, el afán de autosuperación… inherentes a la condición del estudiante, nos serán necesarios para alcanzar el éxito en cualquier campo, en cualquier etapa de nuestra vida. Compañeros, ahora sólo resta decir, aunque con tristeza, que la suerte está echada y que comienza una vida nueva, incipit, vita nova! Muchas gracias.
sábado, 22 de mayo de 2010
Nunc plaudite omnes!

Así terminaban todas las comedias en la antigua Roma. Se demandaba al público el aplauso. El aplauso, el aleteo de las manos que suena a música celestial en los oídos de un actor. Tan poco dura la vida de un ser humano que buscamos desesperadamente el aplauso, el reconocimiento, algo que haga que nuestro nombre sobreviva al poder devorador del tiempo... así por ejemplo, el griego Eróstrato le prendió fuego al templo de Artemisa en Éfeso, y por consiguiente, lo destruyó, sólo para lograr la fama...
Yo llevo haciendo lo mismo desde hace unos cuantos años con un grupo de amigos, no incendiamos templos, ni pretendemos la fama, sino que hacemos teatro, algo que en estos tiempos que corren es muy digno de mérito. Personalmente, yo comencé esta particular andadura como medio para superar mi timidez, ahora es un hobby al que no querría renunciar, aunque sé que no me dedicaré a él profesionalmente. Sin duda, las dos invenciones humanas más catárticas son la literatura y el teatro, ambas tan interrelacionadas entre sí. Al fin y al cabo, el teatro es literatura en su origen, incompleta, pues necesita de la representación escénica, pero literatura después de todo. El escritor/dramaturgo desahoga sus emociones y el lector/espectador se ve reflejado en esos conflictos y se siente comprendido, amado. Ese es el milagro y la dificultad del teatro. El actor se enfrenta directamente con el público, que al fin y al cabo va a ser su juez, no goza de la distancia del escritor, por ejemplo. El actor se expone a la mirada directa de su público en una representación que no admite fallos. Pero es precisamente en la dificultad del teatro en lo que radica su excepcionalidad. Cada representación es única, de un valor incalculable, el espectador debería sentirse privilegiado en ese sentido. Teatro, ¿Qué sería del público sin teatro? La misma palabra teatro viene del griego theatron, que en su origen era el nombre del graderío, donde toma asiento el público. Los espectadores, los verdaderos protagonistas, deberían tomar conciencia de que no deben sentirse en una posición cómoda. Tienen que sufrir, reír y experimentar lo mismo que los personajes, porque como se decía en Hamlet, el teatro es un espejo en el que todos nos podemos ver reflejados en un determinado momento. Si olvidamos eso, estamos despreciando el verdadero valor del teatro.
sábado, 3 de abril de 2010
Reflexiones de una joven ante su inminente "mayoría de edad"

El 4 de abril cumpliré los 18 años. Paradójicamente cae en Domingo de Resurrección, como si se me abriese una nueva vida ante mis ojos. Si fuese un puer de la antigua Roma dejaría atrás la bulla y la toga praetexta para tomar la toga viril pero como no lo soy tengo que conformarme escribiendo estas líneas. Lo cierto es que ese momento de la vida consistente en el paso de la "minoría de edad" a la "mayoría de edad" ha sido celebrado por todas las culturas con diversos rituales y mucha parafernalia. Hoy en día tenemos las "puestas de largo" popularizadas a través de la cultura norteamericana. En términos legales la mayoría de edad ha sido una cuestión aleatoria y necesaria para estipular asuntos tan importantes como el sufragio y otros temas legislativos (cárcel, consumo de alcohol...). Anteriormente a los 25 y actualmente a los 18. Pero a nivel interno y psicológico poner edad a este fenómeno es algo absurdo. Es como pensar que el hombre pasó del mito al logos en apenas un día, en un momento concreto, como una transformación súbita, una metamorfosis mágica. La madurez no se puede acotar. No puede decirse alegremente que alguien a una edad determinada es ya responsable y consciente de sus actos. El ser humano es el único consciente de su fugacidad y este aspecto bastaría para hacerle enloquecer, sin embargo, sigue su camino, lidiando con fuerzas desconocidas. Ante este panorama la "mayoría de edad" es un concepto vacío. Inmanuel Kant decía que la Ilustración era la mayoría de edad de la Humanidad, el momento en que los humanos se atrevieron a pensar por sí mismos. Es decir, la mayoría de edad implica espíritu crítico, enjuiciarse a uno mismo y a los demás. Sin embargo, dudo de que el ser humano sea capaz alguna vez de iniciar su andadura en soledad. Siempre nos aferramos a algo ya sea material, espiritual o de cualquier otra clase, de lo contrario, la existencia resultaría insoportable. Por eso, la mayoría de edad no puede circunscribirse al momento en el que aparecen las conocidas como "muelas del juicio" cuando se reviven los terribles dolores infantiles. En el fondo somos niños en permanente crecimiento, nunca dejaremos de madurar. Toda la semana la he pasado sumida en una racionalidad fría que me ha mantenido en vilo. La Semana Santa me ha hecho iniciar (salvando con creces las distancias) mi camino al Gólgota. Recibí el regalo que había pedido a mis padres hace mucho tiempo. Se trata de un reloj de bolsillo hermosísimo en el que está inscrito lo siguiente: Kronos fugit, carpe diem es decir, el tiempo pasa, aprovecha el momento. Cronos es el dios griego del tiempo y la inscripción aúna mis dos pasiones: el griego y el latín. El tiempo pasa y se supone que debo controlarlo y hacer un uso responsable de él, puesto que en teoría ya he madurado. Pero el balance que he hecho no me ha satisfecho por completo. Pues, tiempo al tiempo...
jueves, 18 de marzo de 2010
Escisión
Tomadlo como queráis...
Una fría tarde invernal cualquiera. Vidrios rotos y estruendo. Tamborileo pluvioso en el exterior. Yo, recluida en mi habitación. La sal de mis lágrimas me alimenta. Verdades confesadas con crudeza atraviesan las paredes, como afiladas y mortíferas dagas. En mi pecho, un frío intenso. Dolor y llanto. Entono y bisbiseo el miserere por ver si hallo consuelo. Nada. Pues no es mía la culpa, sin embargo, ahí está, acechante. Un huracán de acusaciones amenaza con fragmentar mi alma, haciéndola trizas. Ahora, calma, ¿Habrá tempestad tras esta calma? Sosegada la casa todo son silentes ruinas. Más allá del plomizo cielo duerme un relámpago. La primavera será tardía este año...
Una fría tarde invernal cualquiera. Vidrios rotos y estruendo. Tamborileo pluvioso en el exterior. Yo, recluida en mi habitación. La sal de mis lágrimas me alimenta. Verdades confesadas con crudeza atraviesan las paredes, como afiladas y mortíferas dagas. En mi pecho, un frío intenso. Dolor y llanto. Entono y bisbiseo el miserere por ver si hallo consuelo. Nada. Pues no es mía la culpa, sin embargo, ahí está, acechante. Un huracán de acusaciones amenaza con fragmentar mi alma, haciéndola trizas. Ahora, calma, ¿Habrá tempestad tras esta calma? Sosegada la casa todo son silentes ruinas. Más allá del plomizo cielo duerme un relámpago. La primavera será tardía este año...
domingo, 28 de febrero de 2010
Souvenirs de la France...

Oh là là! En mi intento por recuperar textos pasados he recordado esta redacción que redacté a raíz del viaje de intercambio que hice a Francia en 3º de la E.S.O. Si hay cosas que inspiran, son los viajes, sin duda...
Estábamos todos bastante nerviosos cuando llegamos al aeropuerto de Orly era nuestra primera prueba de fuego, el primer contacto con las familias de acogida. Yo me marché con mi familia; mi corresponsal, su madre y su hermana. Hacía frío y me resigné a abandonar los veinticinco grados que hacía en Sevilla. Llegamos hasta la casa cenamos y nos acostamos, todavía no me acostumbraba al francés, por suerte mi corresponsal hablaba bastante bien el español y el padre de esta era portugués, por lo que sabía algo de español. Al día siguiente fuimos al lycée o instituto era magnífico, tan grande y bien dotado. Nos recibieron bastante bien con un pot d´accueil (literalmente una copa de acogida) luego nos dispusimos a visitar París y yo me sentí aliviada al poder volver a hablar español, echaba en falta mi lengua.
El jueves 22 de marzo visitamos el barrio latino, Nôtre Dame y el centro. Comimos en la plaza del Ayuntamiento (Hôtel de Ville). Tuvimos que subir 205 escalones para ascender a lo más alto de la torre de la catedral de Nôtre Dame pero mereció la pena, por las vistas y las gárgolas que allí se podían contemplar. No pudimos visitar Sainte Chapelle porque estaba completa, una verdadera lástima. Pero visitamos el centro Pompidou y una de las exposiciones que allí había. Este edificio es sorprendente, con esos paneles de diferentes colores y las láminas transparentes. Poco a poco yo empezaba a soltarme con el francés a veces me sorprendía a mí misma, era maravilloso.
El viernes 23 de marzo subimos la torre Eiffel y yo, por mi parte creo que no pasé más frío en mi vida, el día estaba gris y lluvioso y por si esto no fuera poco soplaba un viento gélido que nos congelaba las manos pero pese a todo esto, la vista era irrepetible. Visitamos muy de pasada los campos Elíseos y el arco del triunfo pero pudimos llegar a tiempo para el barco del Sena.
El fin de semana (días 24 y 25 de marzo) lo pasamos en familia pero nosotros conseguimos organizar un rendez-vous (una cita) con la gran mayoría de los corresponsales. Lo pasamos en grande en la bolera todos juntos. Yo fui con mi familia a un precioso parque y a dar una vuelta por los campos Elíseos. Además el viernes por la noche salimos a dar un paseo por París y aproveché para hacer muchas fotos. París iluminada durante la noche es mucho más hermosa que con la luz del día. Pude ver, además, a la torre Eiffel, “chispear”. Cada hora en punto, por la noche, las bombillas de la torre Eiffel, parpadean creando un efecto muy vistoso.
El lunes 26, visitamos Disneyland París. Yo ya lo había visitado anteriormente por lo que no me resultó nada nuevo pero me gustó volver a verlo. El día allí fue trepidante, queríamos aprovecharlo al máximo, me daba la impresión de que íbamos contrarreloj. Las únicas paradas que nos permitimos fueron la de la comida y un breve paseo por las tiendas. Fue un retorno a nuestra infancia y a mí ni siquiera me dio tiempo a hacerme una foto con algún personaje Disney pero si a fotografiar a mis amigos. El día pasó muy rápido. Hubimos de abandonar el parque temprano para tomar el tren de regreso a París, todos nos quedamos con ganas de más.
El martes 27, le tocó el turno a Montmatre barrio bohemio de pintores antiguo pueblo alejado de París lo que marca su estética tan encantadora y rústica. Sé de algunos alumnos que se enamoraron de este barrio y que juraron volver. También visitamos la basílica del sagrado corazón (Sacre Coeur) en mi modesta opinión, el edificio es mucho más bonito por fuera que por dentro, con esa piedra blanca las cúpulas y las escaleras. Pero también mereció la pena visitarla. Luego nos dirigimos hacia el museo de Orsay, antigua estación de trenes que aun conserva el enorme reloj en uno de los vestíbulos. Un edificio muy hermoso en el que todavía parecen escucharse los rugidos de los trenes. Me fui con las profesoras a contemplar las obras de los pintores impresionistas y aprendí mucho sobre como ver una obra pictórica y sobre la vida de algunos pintores franceses de ese período.
El miércoles 28 visitamos (al fin) el museo del Louvre. Nos dimos mucha prisa por encontrar las obras más representativas del museo. Nos sumergimos en la contemplación de la Mona Lisa y apreciamos ese halo de misterio que la envuelve, con esa mirada que te sigue siempre y esa tímida sonrisa que apenas se percibe si contemplas el cuadro en general. Pude ver el código de Hammurabi el primer sistema legal de la historia y otras muchas obras como la Venus de milo y las bodas de Caná un cuadro majestuoso tanto por sus dimensiones descomunales como por el estilo utilizado. También visitamos el teatro de la ópera. Sólo durante media hora pues llegamos muy tarde pero nos pudimos ver rápidamente los pasillos y las escalinatas todo de un estilo recargado que embelesaba. Nos dimos un largo paseo por las cercanías de la ópera e hicimos algunas compras.
El jueves 29 fuimos a visitar la ciudad de las ciencias descubrimos cosas muy interesantes vimos una película en una pantalla semicircular (la géode) y no pudimos entrar en el planetario por fallos técnicos. También aprovechamos para hacer las últimas compras en el centro, los recuerdos y souvenirs. Todo el mundo compró algo, era el último día.
El viernes 30 nos despedimos de París con un sabor agridulce. Yo quería volver a Sevilla pero por otra parte no quería dejar una ciudad que me había encandilado.Creo que ha sido una experiencia para repetir en cualquier momento y además he mejorado mucho mi nivel de francés he aprendido y adquirido acento, que me faltaba. Además es muy reconfortante poder comprobar que algo que has aprendido te sirve.
Estábamos todos bastante nerviosos cuando llegamos al aeropuerto de Orly era nuestra primera prueba de fuego, el primer contacto con las familias de acogida. Yo me marché con mi familia; mi corresponsal, su madre y su hermana. Hacía frío y me resigné a abandonar los veinticinco grados que hacía en Sevilla. Llegamos hasta la casa cenamos y nos acostamos, todavía no me acostumbraba al francés, por suerte mi corresponsal hablaba bastante bien el español y el padre de esta era portugués, por lo que sabía algo de español. Al día siguiente fuimos al lycée o instituto era magnífico, tan grande y bien dotado. Nos recibieron bastante bien con un pot d´accueil (literalmente una copa de acogida) luego nos dispusimos a visitar París y yo me sentí aliviada al poder volver a hablar español, echaba en falta mi lengua.
El jueves 22 de marzo visitamos el barrio latino, Nôtre Dame y el centro. Comimos en la plaza del Ayuntamiento (Hôtel de Ville). Tuvimos que subir 205 escalones para ascender a lo más alto de la torre de la catedral de Nôtre Dame pero mereció la pena, por las vistas y las gárgolas que allí se podían contemplar. No pudimos visitar Sainte Chapelle porque estaba completa, una verdadera lástima. Pero visitamos el centro Pompidou y una de las exposiciones que allí había. Este edificio es sorprendente, con esos paneles de diferentes colores y las láminas transparentes. Poco a poco yo empezaba a soltarme con el francés a veces me sorprendía a mí misma, era maravilloso.
El viernes 23 de marzo subimos la torre Eiffel y yo, por mi parte creo que no pasé más frío en mi vida, el día estaba gris y lluvioso y por si esto no fuera poco soplaba un viento gélido que nos congelaba las manos pero pese a todo esto, la vista era irrepetible. Visitamos muy de pasada los campos Elíseos y el arco del triunfo pero pudimos llegar a tiempo para el barco del Sena.
El fin de semana (días 24 y 25 de marzo) lo pasamos en familia pero nosotros conseguimos organizar un rendez-vous (una cita) con la gran mayoría de los corresponsales. Lo pasamos en grande en la bolera todos juntos. Yo fui con mi familia a un precioso parque y a dar una vuelta por los campos Elíseos. Además el viernes por la noche salimos a dar un paseo por París y aproveché para hacer muchas fotos. París iluminada durante la noche es mucho más hermosa que con la luz del día. Pude ver, además, a la torre Eiffel, “chispear”. Cada hora en punto, por la noche, las bombillas de la torre Eiffel, parpadean creando un efecto muy vistoso.
El lunes 26, visitamos Disneyland París. Yo ya lo había visitado anteriormente por lo que no me resultó nada nuevo pero me gustó volver a verlo. El día allí fue trepidante, queríamos aprovecharlo al máximo, me daba la impresión de que íbamos contrarreloj. Las únicas paradas que nos permitimos fueron la de la comida y un breve paseo por las tiendas. Fue un retorno a nuestra infancia y a mí ni siquiera me dio tiempo a hacerme una foto con algún personaje Disney pero si a fotografiar a mis amigos. El día pasó muy rápido. Hubimos de abandonar el parque temprano para tomar el tren de regreso a París, todos nos quedamos con ganas de más.
El martes 27, le tocó el turno a Montmatre barrio bohemio de pintores antiguo pueblo alejado de París lo que marca su estética tan encantadora y rústica. Sé de algunos alumnos que se enamoraron de este barrio y que juraron volver. También visitamos la basílica del sagrado corazón (Sacre Coeur) en mi modesta opinión, el edificio es mucho más bonito por fuera que por dentro, con esa piedra blanca las cúpulas y las escaleras. Pero también mereció la pena visitarla. Luego nos dirigimos hacia el museo de Orsay, antigua estación de trenes que aun conserva el enorme reloj en uno de los vestíbulos. Un edificio muy hermoso en el que todavía parecen escucharse los rugidos de los trenes. Me fui con las profesoras a contemplar las obras de los pintores impresionistas y aprendí mucho sobre como ver una obra pictórica y sobre la vida de algunos pintores franceses de ese período.
El miércoles 28 visitamos (al fin) el museo del Louvre. Nos dimos mucha prisa por encontrar las obras más representativas del museo. Nos sumergimos en la contemplación de la Mona Lisa y apreciamos ese halo de misterio que la envuelve, con esa mirada que te sigue siempre y esa tímida sonrisa que apenas se percibe si contemplas el cuadro en general. Pude ver el código de Hammurabi el primer sistema legal de la historia y otras muchas obras como la Venus de milo y las bodas de Caná un cuadro majestuoso tanto por sus dimensiones descomunales como por el estilo utilizado. También visitamos el teatro de la ópera. Sólo durante media hora pues llegamos muy tarde pero nos pudimos ver rápidamente los pasillos y las escalinatas todo de un estilo recargado que embelesaba. Nos dimos un largo paseo por las cercanías de la ópera e hicimos algunas compras.
El jueves 29 fuimos a visitar la ciudad de las ciencias descubrimos cosas muy interesantes vimos una película en una pantalla semicircular (la géode) y no pudimos entrar en el planetario por fallos técnicos. También aprovechamos para hacer las últimas compras en el centro, los recuerdos y souvenirs. Todo el mundo compró algo, era el último día.
El viernes 30 nos despedimos de París con un sabor agridulce. Yo quería volver a Sevilla pero por otra parte no quería dejar una ciudad que me había encandilado.Creo que ha sido una experiencia para repetir en cualquier momento y además he mejorado mucho mi nivel de francés he aprendido y adquirido acento, que me faltaba. Además es muy reconfortante poder comprobar que algo que has aprendido te sirve.
Despedidas
Ni me acordaba de que este texto había salido de las entrañas de mi mente. Lo escribí en tercero de la E.S.O. calculad la edad porque yo ya la he perdido. Es admirable ver cómo Cronos (o Saturno, siempre fui más griega que romana) va devorándonos a su paso. En teoría lo compuse para el periódico del instituto pero se quedó olvidado... nunca pensé que lo publicaría pero helo aquí. Me alegra ver que he depurado mi estilo.
Jamás entenderé a la naturaleza humana, porque hay casi tantos tipos de personalidades y caracteres como estrellas en el firmamento, o incluso más. No hay conocimientos de este tipo en los libros, el único conocimiento del que nos podemos valer es de la experiencia y de los adquiridos al vivir la vida.
Todos los días nos despedimos. Es algo cotidiano. Si bien un “Te veo mañana” no es igual que una despedida para largo plazo como un “Hasta la próxima”, eso es un hecho. Pero, ¿Por qué ese odio preconcebido a las despedidas? Pues bien, esto se debe a que una despedida implica separación, tanto física como psicológica, esta, a su vez, conlleva distancia, y, según dicen, la distancia hace el olvido.
Podemos deducir mucho a través del comportamiento en una despedida, de una persona. Los hay que se abrazan, otros se besan en la mejilla y los más correctos, se estrechan la mano. Hay un grupo de personas que no dudan en manifestar su rechazo hacia estos acontecimientos con una lacónica frase: “Odio las despedidas” esta frase es propia de hombres rudos (muy a lo Humphrey Boggart para que se me entienda) o de mujeres atrevidas. Pero esta frase oculta tras de sí otra: “No puedo soportarlas porque me hacen llorar, así que acabemos con esto de una vez”. Sí. Las personas que se ocultan tras una coraza de rudeza, son, a mi entender, las más sensibles, pero por alguna razón no se encuentran a gusto con su vida o con el mundo y recurren a este método, para protegerse.
He llegado a la conclusión de que odiamos de esta forma las despedidas porque las enfocamos de forma errónea. Siempre tendemos a pensar en despedidas como, adiós para siempre y no es así. El destino es caprichoso, los hechos se entrecruzan en una urdimbre tejida por las agujas del tiempo y nunca se sabe. Días, semanas, meses e incluso años pueden transcurrir para que se produzca un encuentro casual con aquella persona que despedimos creyendo que no íbamos a volver a ver, pero jamás hemos de desechar esa posibilidad.
Hay despedidas que realmente son para bien. Despedir una mala etapa de tu vida, decir adiós a una amistad que no te conviene, dejar atrás esa casa que tiene tantos recuerdos pero para dirigirte a una mejor…
Despedidas para todos los gustos, en todas las situaciones y con cualquier tipo de persona con su respectivo carácter. Decía Jonh Lennon que “la vida es aquello que te sucede mientras tú te empeñas en hacer otros planes”, y nada más lejos de la realidad. Definitivamente, espero que este escrito ayude a comprender mejor la naturaleza humana aunque sólo sean meras conjeturas de esta mente hiperactiva. Si tienes que despedirte, hazlo pensando en positivo, sé optimista. Aunque alguien dijese que “un pesimista es un optimista con experiencia”. No le creas, porque esa persona si que era pesimista. Lamento no recordar el autor de esta cita, pero lo importante son las palabras, los textos eminentes. Si alguien conoce quien dijo esta frase, que lo diga, se lo agradecería eternamente.
Jamás entenderé a la naturaleza humana, porque hay casi tantos tipos de personalidades y caracteres como estrellas en el firmamento, o incluso más. No hay conocimientos de este tipo en los libros, el único conocimiento del que nos podemos valer es de la experiencia y de los adquiridos al vivir la vida.
Todos los días nos despedimos. Es algo cotidiano. Si bien un “Te veo mañana” no es igual que una despedida para largo plazo como un “Hasta la próxima”, eso es un hecho. Pero, ¿Por qué ese odio preconcebido a las despedidas? Pues bien, esto se debe a que una despedida implica separación, tanto física como psicológica, esta, a su vez, conlleva distancia, y, según dicen, la distancia hace el olvido.
Podemos deducir mucho a través del comportamiento en una despedida, de una persona. Los hay que se abrazan, otros se besan en la mejilla y los más correctos, se estrechan la mano. Hay un grupo de personas que no dudan en manifestar su rechazo hacia estos acontecimientos con una lacónica frase: “Odio las despedidas” esta frase es propia de hombres rudos (muy a lo Humphrey Boggart para que se me entienda) o de mujeres atrevidas. Pero esta frase oculta tras de sí otra: “No puedo soportarlas porque me hacen llorar, así que acabemos con esto de una vez”. Sí. Las personas que se ocultan tras una coraza de rudeza, son, a mi entender, las más sensibles, pero por alguna razón no se encuentran a gusto con su vida o con el mundo y recurren a este método, para protegerse.
He llegado a la conclusión de que odiamos de esta forma las despedidas porque las enfocamos de forma errónea. Siempre tendemos a pensar en despedidas como, adiós para siempre y no es así. El destino es caprichoso, los hechos se entrecruzan en una urdimbre tejida por las agujas del tiempo y nunca se sabe. Días, semanas, meses e incluso años pueden transcurrir para que se produzca un encuentro casual con aquella persona que despedimos creyendo que no íbamos a volver a ver, pero jamás hemos de desechar esa posibilidad.
Hay despedidas que realmente son para bien. Despedir una mala etapa de tu vida, decir adiós a una amistad que no te conviene, dejar atrás esa casa que tiene tantos recuerdos pero para dirigirte a una mejor…
Despedidas para todos los gustos, en todas las situaciones y con cualquier tipo de persona con su respectivo carácter. Decía Jonh Lennon que “la vida es aquello que te sucede mientras tú te empeñas en hacer otros planes”, y nada más lejos de la realidad. Definitivamente, espero que este escrito ayude a comprender mejor la naturaleza humana aunque sólo sean meras conjeturas de esta mente hiperactiva. Si tienes que despedirte, hazlo pensando en positivo, sé optimista. Aunque alguien dijese que “un pesimista es un optimista con experiencia”. No le creas, porque esa persona si que era pesimista. Lamento no recordar el autor de esta cita, pero lo importante son las palabras, los textos eminentes. Si alguien conoce quien dijo esta frase, que lo diga, se lo agradecería eternamente.
La guerra de los Bachilleratos
Todos los niños, cuando se dan cuenta de que no están solos en el mundo, comienzan a asediar a sus progenitores y a todas las personas que conocen con una pregunta fácil de formular y compleja de responder: “¿Por qué…?” Estas dos palabras se repiten sin descanso, hasta la saciedad, incluso llegando a límites absurdos e inexplicables, somos pequeños científicos, diminutos filósofos. Con media docena de años, cuando nos cargamos la mochila a la espalda, empiezan a abrirse nuestros horizontes. Todo es nuevo, ignoto, todo está por explorar… La Curiosidad comienza a despertarse de su letargo y reclama ser atendida. Entonces somos fácilmente impresionables, nos entregamos al saber con vehemencia, con la inexperiencia del neófito. Experimentar e investigar se convierten en nuestras únicas preocupaciones. Con rostro absorto escuchamos las historias relatadas por nuestros profesores y abuelos, ¡Y el mundo nos parece tan vasto y misterioso! Aventurarnos en él y preguntarnos por lo desconocido se convierte en algo natural, avanzamos con paso sigiloso, cuidadoso pero incontenible y firme.
Esto es así, al menos hasta que nos revelan el final de la historia.
Crecemos, y nuestros conocimientos con nosotros. Cuando llegamos a la docena de años, nuestra vanidad nos hace creernos dueños del mundo. El aburrimiento hace mella en nuestro espíritu y allá donde antaño encontrábamos mundos inexplorados y recónditos hoy encontramos distorsiones de una vaga fantasía. Es imposible redescubrir lo ya descubierto. La pasión muere. Se marchita cual rosa en invierno y nos damos por vencidos, creyendo que nada queda por hacer, cuando sólo hemos dado el primer paso. Seguimos caminando, ¡Sí, pero a regañadientes! ¿Qué otro remedio nos queda? Pero recibiendo siempre el mismo punto de vista, la Creatividad ve cortadas sus alas. Y cuando uno se ve obligado, cuando quizás no se haya repuesto de tal varapalo, cuando tal vez no sea capaz de decidir sobre las cosas más banales y triviales, ¡Sí, obligado! ¡Forzado a decidir sobre un asunto tan trascendental como su futuro! Se encuentra con que todos los esquemas conocidos se derrumban a sus pies. Y nada vuelve a ser como antes.
Con esto sólo he querido introducir el tema, he llegado a la situación en la que me encuentro y hablaré sobre el presente. A los dieciséis años, cuando uno desea continuar con sus estudios y acceder a la Universidad se ve en la terrible tesitura de elegir. ¡Elegir estando indeciso! Gran contradicción la nuestra, máxime cuando las opciones son tan reducidas y todo el universo conocido se escinde en dos mitades irreconciliables. Enfrentadas, tratando de imponerse la una a la otra, cuestionándose… Craso error. Nosotros los Estudiantes, debemos guerrear no entre nosotros, compañeros, compatriotas al fin y al cabo, sino contra la Ignorancia y no usando la espada, sino la pluma. Siempre se ha dicho que esta última es más fuerte. Pero nos empecinamos en dar pie a una guerra civil y esto sólo nos hace débiles.
Intentaré ahora exponer mi tratado de Paz, esa paz tan necesaria como la que impuso Augusto al Imperio romano, reflejada en el Ara Pacis Agustae. Sin embargo, no ocultaré mi procedencia estudiantil, soy una estudiante de Humanidades, y mis simpatías virarán hacia esta rama, no obstante trataré de ser lo más imparcial que mi alma amante de la cultura clásica me permita.
Parafraseando a César en su inicio de De bello Gallico (La Guerra de las Galias) podríamos decir: Sapientia est omnis divisa in partes duis, scilicet, Scientia et Littera (Toda la sabiduría está dividida en dos partes, a saber, Ciencias y Letras). Esto supone una limitación enorme y horrible. ¡Como si a uno le estuviese mandado confinarse en una de las parcelas del conocimiento de forma irrevocable! No se ha de controlar de manera tan férrea el deseo de aprender, porque ambas divisiones son, a la larga, una parte mínima de ese patrimonio espiritual humano, inmaterial pero de valor incalculable: la cultura. Deberíamos saber valorar toda la senda que nuestra especie ha hollado antes que nosotros y aprovecharla. Deberíamos ser como Da Vinci y Copérnico, hombres del Renacimiento, interesados por todos los ámbitos del saber. Y, sin embargo, se nos raciona el sapere aude (Atrévete a saber) cuando la Curiosidad es irrefrenable.
En tal estado de cosas nos encontramos cuando enfrentamos apotemas contra ablativos absolutos, a Jenofontes contra Kepler, derivadas contra sinestesias… y seguimos queriendo sobreponernos los unos a los otros. Algunos, diciendo que las lenguas de Homero y Cicerón son lenguas muertas, otros, que de nada sirven esos conocimientos abstractos de los que tanto alardean… y así uno y otro bando se lanzan tales acusaciones sin esperar nunca solventar sus problemas.
Lo cierto es que, a mi juicio, son las Ciencias Humanas las que aportan un sustrato cultural más profundo y rico, más provechoso. Conocer la historia de la Humanidad implica evitar reproducir errores pasados. Conocer los étimos grecolatinos implica adquirir gran riqueza léxica, amplitud lingüística, desenvoltura, oratoria, retórica… Sí. Hemos de vivir comunicándonos, queramos o no. Y aunque ahora la palabra no tenga tango valor como en Roma, en la que Cicerón subyugó con su verbo solemne a Catilina, descubriendo su conjura, la necesitamos para vivir, sentir, expresarnos… Ya lo decía la Biblia In principio erat verbum (Al principio existía la palabra) todo surgió de ella. Pero no sólo eso, nuestras raíces políticas están en Roma, el Derecho tal y como lo conocemos hoy en día también surgió en la Ciudad Eterna. Y la Filosofía tiene por cuna Grecia, el otro gran Imperio. Sí, la Filosofía, el amor a la Sabiduría. Creo que no hay otra disciplina con una visión tan privilegiada, múltiple y caleidoscópica, tratando de encontrar respuesta a las grandes preguntas que nos persiguen desde antiguo. Preguntas atemporales y trascendentales, con cuyas reflexiones y respuestas configuramos nuestra vida y nuestro pensamiento.
Las llamadas Ciencias puras son disciplinas, aunque tan encomiables como cualquier otras, frías, inexpresivas, abstractas, de una exactitud escrupulosa y casi despectiva, sin segundas interpretaciones posibles… Y aún así, ¿Quién soy yo para cuestionar las decisiones ajenas? ¿Podría pasar por alto los grandes avances de la Ciencia? Mi opinión importa bien poco, y he de reconocer que la Ciencia también garantiza que la vida sea posible. Desentrañan los misterios de nuestro interior de otra manera, conocer al hombre en un aspecto fisiológico es casi tan importante como conocerlo a nivel psicológico. Por otra parte, tratar de reducir todos los fenómenos físicos a una cadena lógica infalible resulta fascinante.
Por ello, si ambas persiguen el mismo y loable fin, ¿Por qué separarlas? Nos vemos obligados a renunciar a una parte de nosotros, a algo que nos interesa. Yo hubiera querido de grado mezclar ambas ramas pero no pudo ser así. Cierto que el tiempo es limitado, pero debería otorgársenos un poco más de libertad para decidir. Aún veo mi futuro incierto y haber estudiado en la frontera me hubiese aclarado las ideas, me hubiese dado el tiempo que ahora me falta para construir mi proyecto vital.
Así que, proseguiré mi declamación diciendo Beatus Ille (dichoso aquel) que puede estudiar el teorema de Arquímedes, las tres leyes de Kepler, la de la gravitación universal, la teoría de la relatividad y, a su vez, traducir con entusiasmo a Apolodoro, leer con fruición a Dante y a Petrarca, embeberse de la perfección de la Capilla Sixtina. Combinar a Mendel y a Mendeleiev con Shakespeare y Molière… Ser, en definitiva, sabios eruditos como Goethe. Bendito aquel que puede, como diría Pérez Reverte, “descubrir la patria que realmente merece la pena”. Esta, amigos, no es otra que la educación y la cultura. La urbanidad, sí, pero también la facultad y la madurez para crearnos nuestras propias opiniones, para reflexionar, reencontrarnos con nosotros mismos y analizarnos desde dentro y fuera. Ser esa transición platónica entre el mundo sensible y el de las Ideas, pudiendo combinar elementos tan dispares. Ojalá se nos permitiese elegir de esta manera y no tener que someternos a esta rigidez que no nos lleva a ninguna parte.
Esto es así, al menos hasta que nos revelan el final de la historia.
Crecemos, y nuestros conocimientos con nosotros. Cuando llegamos a la docena de años, nuestra vanidad nos hace creernos dueños del mundo. El aburrimiento hace mella en nuestro espíritu y allá donde antaño encontrábamos mundos inexplorados y recónditos hoy encontramos distorsiones de una vaga fantasía. Es imposible redescubrir lo ya descubierto. La pasión muere. Se marchita cual rosa en invierno y nos damos por vencidos, creyendo que nada queda por hacer, cuando sólo hemos dado el primer paso. Seguimos caminando, ¡Sí, pero a regañadientes! ¿Qué otro remedio nos queda? Pero recibiendo siempre el mismo punto de vista, la Creatividad ve cortadas sus alas. Y cuando uno se ve obligado, cuando quizás no se haya repuesto de tal varapalo, cuando tal vez no sea capaz de decidir sobre las cosas más banales y triviales, ¡Sí, obligado! ¡Forzado a decidir sobre un asunto tan trascendental como su futuro! Se encuentra con que todos los esquemas conocidos se derrumban a sus pies. Y nada vuelve a ser como antes.
Con esto sólo he querido introducir el tema, he llegado a la situación en la que me encuentro y hablaré sobre el presente. A los dieciséis años, cuando uno desea continuar con sus estudios y acceder a la Universidad se ve en la terrible tesitura de elegir. ¡Elegir estando indeciso! Gran contradicción la nuestra, máxime cuando las opciones son tan reducidas y todo el universo conocido se escinde en dos mitades irreconciliables. Enfrentadas, tratando de imponerse la una a la otra, cuestionándose… Craso error. Nosotros los Estudiantes, debemos guerrear no entre nosotros, compañeros, compatriotas al fin y al cabo, sino contra la Ignorancia y no usando la espada, sino la pluma. Siempre se ha dicho que esta última es más fuerte. Pero nos empecinamos en dar pie a una guerra civil y esto sólo nos hace débiles.
Intentaré ahora exponer mi tratado de Paz, esa paz tan necesaria como la que impuso Augusto al Imperio romano, reflejada en el Ara Pacis Agustae. Sin embargo, no ocultaré mi procedencia estudiantil, soy una estudiante de Humanidades, y mis simpatías virarán hacia esta rama, no obstante trataré de ser lo más imparcial que mi alma amante de la cultura clásica me permita.
Parafraseando a César en su inicio de De bello Gallico (La Guerra de las Galias) podríamos decir: Sapientia est omnis divisa in partes duis, scilicet, Scientia et Littera (Toda la sabiduría está dividida en dos partes, a saber, Ciencias y Letras). Esto supone una limitación enorme y horrible. ¡Como si a uno le estuviese mandado confinarse en una de las parcelas del conocimiento de forma irrevocable! No se ha de controlar de manera tan férrea el deseo de aprender, porque ambas divisiones son, a la larga, una parte mínima de ese patrimonio espiritual humano, inmaterial pero de valor incalculable: la cultura. Deberíamos saber valorar toda la senda que nuestra especie ha hollado antes que nosotros y aprovecharla. Deberíamos ser como Da Vinci y Copérnico, hombres del Renacimiento, interesados por todos los ámbitos del saber. Y, sin embargo, se nos raciona el sapere aude (Atrévete a saber) cuando la Curiosidad es irrefrenable.
En tal estado de cosas nos encontramos cuando enfrentamos apotemas contra ablativos absolutos, a Jenofontes contra Kepler, derivadas contra sinestesias… y seguimos queriendo sobreponernos los unos a los otros. Algunos, diciendo que las lenguas de Homero y Cicerón son lenguas muertas, otros, que de nada sirven esos conocimientos abstractos de los que tanto alardean… y así uno y otro bando se lanzan tales acusaciones sin esperar nunca solventar sus problemas.
Lo cierto es que, a mi juicio, son las Ciencias Humanas las que aportan un sustrato cultural más profundo y rico, más provechoso. Conocer la historia de la Humanidad implica evitar reproducir errores pasados. Conocer los étimos grecolatinos implica adquirir gran riqueza léxica, amplitud lingüística, desenvoltura, oratoria, retórica… Sí. Hemos de vivir comunicándonos, queramos o no. Y aunque ahora la palabra no tenga tango valor como en Roma, en la que Cicerón subyugó con su verbo solemne a Catilina, descubriendo su conjura, la necesitamos para vivir, sentir, expresarnos… Ya lo decía la Biblia In principio erat verbum (Al principio existía la palabra) todo surgió de ella. Pero no sólo eso, nuestras raíces políticas están en Roma, el Derecho tal y como lo conocemos hoy en día también surgió en la Ciudad Eterna. Y la Filosofía tiene por cuna Grecia, el otro gran Imperio. Sí, la Filosofía, el amor a la Sabiduría. Creo que no hay otra disciplina con una visión tan privilegiada, múltiple y caleidoscópica, tratando de encontrar respuesta a las grandes preguntas que nos persiguen desde antiguo. Preguntas atemporales y trascendentales, con cuyas reflexiones y respuestas configuramos nuestra vida y nuestro pensamiento.
Las llamadas Ciencias puras son disciplinas, aunque tan encomiables como cualquier otras, frías, inexpresivas, abstractas, de una exactitud escrupulosa y casi despectiva, sin segundas interpretaciones posibles… Y aún así, ¿Quién soy yo para cuestionar las decisiones ajenas? ¿Podría pasar por alto los grandes avances de la Ciencia? Mi opinión importa bien poco, y he de reconocer que la Ciencia también garantiza que la vida sea posible. Desentrañan los misterios de nuestro interior de otra manera, conocer al hombre en un aspecto fisiológico es casi tan importante como conocerlo a nivel psicológico. Por otra parte, tratar de reducir todos los fenómenos físicos a una cadena lógica infalible resulta fascinante.
Por ello, si ambas persiguen el mismo y loable fin, ¿Por qué separarlas? Nos vemos obligados a renunciar a una parte de nosotros, a algo que nos interesa. Yo hubiera querido de grado mezclar ambas ramas pero no pudo ser así. Cierto que el tiempo es limitado, pero debería otorgársenos un poco más de libertad para decidir. Aún veo mi futuro incierto y haber estudiado en la frontera me hubiese aclarado las ideas, me hubiese dado el tiempo que ahora me falta para construir mi proyecto vital.
Así que, proseguiré mi declamación diciendo Beatus Ille (dichoso aquel) que puede estudiar el teorema de Arquímedes, las tres leyes de Kepler, la de la gravitación universal, la teoría de la relatividad y, a su vez, traducir con entusiasmo a Apolodoro, leer con fruición a Dante y a Petrarca, embeberse de la perfección de la Capilla Sixtina. Combinar a Mendel y a Mendeleiev con Shakespeare y Molière… Ser, en definitiva, sabios eruditos como Goethe. Bendito aquel que puede, como diría Pérez Reverte, “descubrir la patria que realmente merece la pena”. Esta, amigos, no es otra que la educación y la cultura. La urbanidad, sí, pero también la facultad y la madurez para crearnos nuestras propias opiniones, para reflexionar, reencontrarnos con nosotros mismos y analizarnos desde dentro y fuera. Ser esa transición platónica entre el mundo sensible y el de las Ideas, pudiendo combinar elementos tan dispares. Ojalá se nos permitiese elegir de esta manera y no tener que someternos a esta rigidez que no nos lleva a ninguna parte.
Emulando a Goethe: una carta de (des)amor

Lo cierto es que me encantan todas esas asignaturas que te obligan a escribir y a pensar en lo que escribes, a justificar lo que dices. En literatura universal nos mandaron como trabajo escribir (salvando las distancias) una carta que se asemejase a una de las de la obra las cuitas del joven Werther de Goethe. Estupenda novela. Si pensamos que pertenece a la etapa de juventud de su autor, no quiero ni imaginarme como será el Fausto su obra maestra y de gestación larga, más que un embarazo de elefante... Por cierto, Goethe es uno de esos personajes interesantísimos, vale la pena informarse acerca de su vida y de su obra. Muy recomendable. No voy a decir quien es el inspirador de tales líneas, puede que en realidad no haya correlato real. Sin más dilación os expongo el texto:
21 de Febrero
Querida Cecilia:
¡Se ha ido! ¡Me ha abandonado para siempre! Lo único que hallé esta mañana frente a la puerta de mi habitación fue una lozana rosa blanca como despedida, ¡Ay! Mi corazón se ahoga en conjeturas que nacen de esta vana fantasía. ¿Realmente deseaba él marcharse? Amiga mía, te juro que esta obsesión acabará conmigo. Las sospechas de mis padres lo habrán apartado de mi lado, sin duda pensaban que él era demasiado mayor, demasiado atolondrado… ¡Que su “amistad” no me convenía! ¿Acaso pueden ellos adjudicarse el derecho de gobernar mi corazón, que sólo me pertenece a mí… y a él? Créeme, ¿Puede la distancia separar dos almas fielmente sincronizadas, cual la maquinaria de dos relojes a las que el Divino Relojero hubiese dado cuerda al mismo tiempo? ¡Ah! Si estuvieses aquí te hablaría de la dulzura de su risa, de la calidez aterciopelada de su voz, de la paciencia que derrochaba en nuestras eternas partidas de ajedrez… él se dejaba ganar sin disimulo, mientras yo me embebía de su hermosura al tiempo que el sol declinante de la tarde se filtraba por entre las ramas de los nogales haciendo destellar su ensortijado cabello con reflejos rojizos, ¡Con que pasión ejecutaba las más enrevesadas fugas en el olvidado clavicordio del salón! ¡Ay de mí! Estos gratos recuerdos se convierten ahora en puñaladas envenenadas que me atraviesan el pecho. Mis lágrimas regarán esta flor cuando la plante, ¡Contiene su recuerdo y su fragancia! Tal vez crezca, empapándose del amor. Quizás pueda alimentarse de la poca esperanza que me queda. Te rogaría que vinieses a visitarme lo antes posible, temo ser incapaz de soportar este dolor en soledad. Ni siquiera sé si debería sucumbir a los arrebatos de rebeldía que sacuden mi mente y escapar de la férula paterna… ¡Oh! ¿Qué he de hacer? ¡Dímelo tú, mi estimada confidente! He perdido las riendas y el sentido de mi vida… mas, ¡Hasta pronto! La angustia ya me supera… ¡Ven a verme, te lo suplico! ¡Hemos de hablar de tantas cosas!
Querida Cecilia:
¡Se ha ido! ¡Me ha abandonado para siempre! Lo único que hallé esta mañana frente a la puerta de mi habitación fue una lozana rosa blanca como despedida, ¡Ay! Mi corazón se ahoga en conjeturas que nacen de esta vana fantasía. ¿Realmente deseaba él marcharse? Amiga mía, te juro que esta obsesión acabará conmigo. Las sospechas de mis padres lo habrán apartado de mi lado, sin duda pensaban que él era demasiado mayor, demasiado atolondrado… ¡Que su “amistad” no me convenía! ¿Acaso pueden ellos adjudicarse el derecho de gobernar mi corazón, que sólo me pertenece a mí… y a él? Créeme, ¿Puede la distancia separar dos almas fielmente sincronizadas, cual la maquinaria de dos relojes a las que el Divino Relojero hubiese dado cuerda al mismo tiempo? ¡Ah! Si estuvieses aquí te hablaría de la dulzura de su risa, de la calidez aterciopelada de su voz, de la paciencia que derrochaba en nuestras eternas partidas de ajedrez… él se dejaba ganar sin disimulo, mientras yo me embebía de su hermosura al tiempo que el sol declinante de la tarde se filtraba por entre las ramas de los nogales haciendo destellar su ensortijado cabello con reflejos rojizos, ¡Con que pasión ejecutaba las más enrevesadas fugas en el olvidado clavicordio del salón! ¡Ay de mí! Estos gratos recuerdos se convierten ahora en puñaladas envenenadas que me atraviesan el pecho. Mis lágrimas regarán esta flor cuando la plante, ¡Contiene su recuerdo y su fragancia! Tal vez crezca, empapándose del amor. Quizás pueda alimentarse de la poca esperanza que me queda. Te rogaría que vinieses a visitarme lo antes posible, temo ser incapaz de soportar este dolor en soledad. Ni siquiera sé si debería sucumbir a los arrebatos de rebeldía que sacuden mi mente y escapar de la férula paterna… ¡Oh! ¿Qué he de hacer? ¡Dímelo tú, mi estimada confidente! He perdido las riendas y el sentido de mi vida… mas, ¡Hasta pronto! La angustia ya me supera… ¡Ven a verme, te lo suplico! ¡Hemos de hablar de tantas cosas!
sábado, 27 de febrero de 2010
Manifiesto de los griegos

La Hélade estaba en horas bajas, amenazada por los Medos. Atenas y Esparta pusieron fin a sus hostilidades y se aliaron contra un enemigo común y exterior (tras las guerras médicas se crearía la liga de Delos) y las victorias helénicas se sucedieron...
Podría ser el comienzo de una novela histórica, pero no es así. Pido disculpas si las reseñas históricas no son las correctas. en realidad quiero introducir un texto que escribí hace poco.
Podría ser el comienzo de una novela histórica, pero no es así. Pido disculpas si las reseñas históricas no son las correctas. en realidad quiero introducir un texto que escribí hace poco.
En 2º de Bachillerato, ponerse de acuerdo es imposible y las optativas se pisan la una a la otra. Para fijar fechas de exámenes hay que hacer malabares. El grupo de griego al que pertenezco normalmente se ve ninguneado a la hora de tomar estas decisiones, somos sólo siete los valientes hoplitas que nos atrevemos con la lengua de Hesíodo, seis de los cuales compartimos clase. Ante semejante minoría de patricios, hacer que se respeten nuestros intereses es poco menos que imposible. Una vez se colocó un examen de Filosofía (de Sócrates, compatriota espiritual nuestro) que nos coincidía con uno de gramática griega. Nos opusimos sin alcanzar quorum y yo quise dejar patente que no era justo que siempre hubiésemos de sufrir el rechazo y la ignorancia los mismos alumnos. El ardor de oradora se despertó en mí y redacté el siguiente manifiesto que fue leído en clase. La eclesía lo tomó como mera retórica siciliana, pero yo lo expongo para que se vea la interpretación que subyace, ¿Dónde quedó la democracia directa ateniense de Pericles? Lejos, muy lejos... y nuestros compañeros de latín no supieron apoyarnos... no les guardo rencor alguno, sólo quise hacerles reflexionar. Cabe decir que me gustó el resultado del escrito que hice y que en el original pueden verse las firmas de todos nosotros. He modificado un poco el final...
He aquí el texto:
No hablo yo, que habla mi clase por mí y yo por mi clase, el senado y el pueblo romanos, que diría César.
Ante los acontecimientos que se han venido produciendo, nos hemos visto obligados a pronunciarnos. Nuestras peticiones han sido destruidas de la misma forma que lo fuera Ilión (y en menos de diez años de asedio), porque somos una minoría entre minorías. Nosotros, los estudiantes de la lengua de Homero, queremos exponer que las enrevesadas formas de la gramática griega son equiparables en dificultad a los algoritmos y de ello darán buena fe los estudiantes de ella el año pasado. Algunos de los cuales, desertores, no nos han apoyado ni se han solidarizado con nosotros a pesar de tener conocimiento de causa, ellos, este año, han huido del griego como huyera Dafne de Apolo.
Nosotros seguiremos oponiendo resistencia numantina ante hechos como los ocurridos hasta ahora. En cualquier caso, no hemos venido a hacer de oradores ante la asamblea, ni a repetir, como Catón el Viejo aquello de “Cartago delenda est”, porque Cartago no debe ser destruida, sino, a todo caso, lo deben ser el egoísmo, la falta de compañerismo y la irresponsabilidad. No iniciemos una guerra como la del Peloponeso, entre iguales, porque los atenienses y los espartanos eran griegos ante todo y habitantes de la Hélade y nosotros, estudiantes de Ciencias Humanas o de Ciencias Sociales somos, en última instancia, estudiantes, y por tanto, compañeros. No nos enfrentemos pues, que el curso es largo y arduo y no conviene comenzarlo de esta manera.
Reclamamos algo simple, que se nos oiga y tenga en consideración y para ello creemos oportuno crear un triunvirato, o alargando el símil, la elección de un delegado o delegada que nos pueda representar y que esté recogido oficialmente, sin que los estudiantes de Ciencias Sociales monopolicen estos cargos y no nos den oportunidad para expresarnos. Así, en caso de conflicto habrá equidad para dirimirlo y además, ambos representantes podrán acudir, llegado el caso, a las sesiones de evaluación.
Sin más, nos despedimos esperando se nos comprenda y que no tengamos que exclamar “alea iacta est!” invocando a la suerte cada vez que decidamos colocar una fecha importante en nuestro calendario o lo que es lo mismo, exclamar ad Kalendas graecas! Es decir, nunquam!
Ante los acontecimientos que se han venido produciendo, nos hemos visto obligados a pronunciarnos. Nuestras peticiones han sido destruidas de la misma forma que lo fuera Ilión (y en menos de diez años de asedio), porque somos una minoría entre minorías. Nosotros, los estudiantes de la lengua de Homero, queremos exponer que las enrevesadas formas de la gramática griega son equiparables en dificultad a los algoritmos y de ello darán buena fe los estudiantes de ella el año pasado. Algunos de los cuales, desertores, no nos han apoyado ni se han solidarizado con nosotros a pesar de tener conocimiento de causa, ellos, este año, han huido del griego como huyera Dafne de Apolo.
Nosotros seguiremos oponiendo resistencia numantina ante hechos como los ocurridos hasta ahora. En cualquier caso, no hemos venido a hacer de oradores ante la asamblea, ni a repetir, como Catón el Viejo aquello de “Cartago delenda est”, porque Cartago no debe ser destruida, sino, a todo caso, lo deben ser el egoísmo, la falta de compañerismo y la irresponsabilidad. No iniciemos una guerra como la del Peloponeso, entre iguales, porque los atenienses y los espartanos eran griegos ante todo y habitantes de la Hélade y nosotros, estudiantes de Ciencias Humanas o de Ciencias Sociales somos, en última instancia, estudiantes, y por tanto, compañeros. No nos enfrentemos pues, que el curso es largo y arduo y no conviene comenzarlo de esta manera.
Reclamamos algo simple, que se nos oiga y tenga en consideración y para ello creemos oportuno crear un triunvirato, o alargando el símil, la elección de un delegado o delegada que nos pueda representar y que esté recogido oficialmente, sin que los estudiantes de Ciencias Sociales monopolicen estos cargos y no nos den oportunidad para expresarnos. Así, en caso de conflicto habrá equidad para dirimirlo y además, ambos representantes podrán acudir, llegado el caso, a las sesiones de evaluación.
Sin más, nos despedimos esperando se nos comprenda y que no tengamos que exclamar “alea iacta est!” invocando a la suerte cada vez que decidamos colocar una fecha importante en nuestro calendario o lo que es lo mismo, exclamar ad Kalendas graecas! Es decir, nunquam!
Fdo. Los estudiantes de griego de 2º de Bachillerato.
Palabras...

Siempre me ha gustado escribir. En general sobre lo que sea, a veces me encuentro uniendo palabras mentalmente sin saber si las plasmaré en un papel o no... Quizás por eso he creado este blog, para obligarme a escribir con orden y concierto y agrupar todos esos pensamientos inconexos que me asaltan cada día. Intentaré dar una visión sobre lo cotidiano que se aleje de la cotidianeidad, espero que tú, lector, sepas aceptarlo y divertirte tanto leyéndolo como yo redactándolo. He aquí mi homenaje a las palabras, esas grandes aliadas de las ideas que hoy por hoy parecen perder su valor en un mundo en el que imperan los hechos y los actos, algunos bastante reprobables... Pero ya se sabe "inter armas silent leges" (Entre las armas enmudecen las leyes) En fin, sólo me resta decir incipit vita nova (empieza una nueva vida)
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