sábado, 9 de octubre de 2010

Todos somos Holden Caulfield

Es maravilloso eso que damos en llamar "madurez", especialmente si nos hace comparar experiencias y nos lleva a emitir dictámenes razonables enmendando antiguos errores. Rectificar es de sabios, sí, pero errar nos es consustancial a todos los mortales. Resulta que cuando estaba en 4º de la E.S.O. entre las lecturas obligatorias se encontraba la obra cumbre del recientemente fallecido Salinger, El guardián entre el centeno. Ya fuese porque no estaba preparada para captar el significado en profundidad que alberga la novela, porque la lectura era obligatoria, porque la hice sin ilusión o sin la ayuda de alguien que me ayudase a apreciar lo que realmente encerraba aquella historia... el caso es que el libro pasó por mi vida con más pena que gloria y lo juzgué de forma apresurada e inconsciente basándome en criterios nada fiables, normalmente estéticos. Esa nefasta visión perduró hasta que este año, en 2º de Bachillerato, al escoger la asignatura de literatura universal, me encontré con que Salinger y su celebérrima obra me aguardaban en el camino. Mi disgusto fue mayúsculo, pero, poco a poco, tras el análisis que de ella hicimos en clase, pude cambiar levemente mi opinión. Ahora todo lo veo de forma diferente. El personaje de Holden Caulfield es universal y entrañable porque arrastra preguntas y problemas con los que todos nos hemos topado, ¿quién no se ha sentido identificado (en cualquier etapa de su vida) con la sociedad o con algún aspecto de ella que ha buscado cambiar a toda costa, o al menos, ha soñado con ello? Pero lo que más admiro de Caulfield es su entrega a la infancia, su aprecio por la inocencia que esta representa, inocencia que ve peligrar en una sociedad corrompida por la hipocresía. Las cosas no han cambiado, en mi opinión, incluso, han empeorado, verdaderamente, hoy en día sería necesario un "guardián entre el centeno" que protegiese a la infancia para crear un sustrato social de provecho. Werther. Me acuerdo que un amigo y yo acabamos por comparar a Holden con Werther: ambos son soñadores, vehementes y ardorosos a la hora de mostrar sus emociones, tienen un amor imposible e idealizado, sufren, de alguna u otra manera, el rechazo de sus coetáneos y critican apasionadamente la educación de su época porque creen que no favorece a los niños que la reciben. Goethe y Salinger, 2 siglos de diferencia median entre ellos y nos plantean casi los mismos problemas. Problemas atemporales, sí, que precisamente por ser atemporales, parecen carentes de solución.

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