viernes, 12 de agosto de 2011

Ejemplo del Amado y de la Amada: Infortunio de la Luz y la Oscuridad (El Erpedio V)


  Lejos de la Eternidad, del Tiempo y del Espacio, sin que nada ni nadie medie en esta historia.
  Ella, envuelta en sus lóbregas alas era la oscuridad que todo lo sostenía. Él, rodeado de una luminosidad diáfana y cristalina era la promesa de una nueva alborada.
  Ella percibió que su vida sólo hallaría sentido junto a Él en cuanto sus miradas se cruzaron. Aquel fugaz pero intenso instante fue para Él la llave del paraíso. Ambos se confundían, craso error. Y aquel sentimiento, ese capricho era el amor; que la mirada del otro sea la  Luz que nos guía y que un leve tacto, el más mínimo roce de su piel siquiera, sirva para hacernos sentir vivos, para seguir pugnando que no nos falte el aliento.
  En el amanecer de aquella sensación todo era felicidad y pureza, pero la eternidad no dura para siempre. Amor, el reservorio de todos los males y virtudes, tan irónico, tan sincero. Nos causa el mal y nos proporciona la cura, de él dependemos penosamente, sirvientes enfermizos de una pasión efímera.
  Amor, que nos recuerda nuestra condición de mortales y nuestra debilidad. Tan reconfortante, tan insuficiente, que, promesa a promesa se incrementa. Objeto de destrucción y resurrección. Antítesis del Odio, mas, a veces, fuente de este.
  Se amaban y se amaron. Hasta tal punto que era el uno parte del otro. Ella se sentía segura entre sus brazos, fuertes cadenas mientras se dejaba retener por el canto del amor. Él necesitaba sus sonrisas, su dulzura, para olvidar la rudeza y la tristeza.
  Hasta que un día, inexplicablemente, la pasión se apagó en un vendaval de rutina, pues todo lo que empieza sin motivo está condenado a acabar del mismo modo. El amor es caprichoso, engañoso y en cualquier momento estalla revelando su verdadera naturaleza, alumbrando al sufrimiento.
  Las lágrimas se hicieron frecuentes en Ella y el paraíso se tornó infierno, mucho duraba ya la mentira, desgraciada o afortunadamente. La culpa les rondaba pero cada uno se la adjudicaba al otro. El amor mostraba sus espinas, su veneno y su falsedad. Y sus aliados caían a plomo y atacaban un agónico resto de placer y de comprensión: el egoísmo, el Odio, el orgullo y la mentira. La utopía se derrumbaba, sólo cabía sufrir u olvidar, pero ninguno de los dos se sentía capaz, cuando prometemos la vida y nos negamos a entregarla.
  Quizás se mantuviese algo de respeto y del recuerdo de los días pasados, que no se podían recobrar. Era una tortura. Lejos quedó el intento, la otra oportunidad, no tenían elección.
  Ella se sentía con derecho a escapar. Él sintió la obligación, no podía aceptar ni resignarse. Pero ya era tarde para volver a empezar. Así que, se rompió la paciencia y la frialdad y la altivez actuaron osadamente. Ella se obligó a ser valiente, a sacar fuerzas pese a que no tenía y esperó a que Él comprendiese su dolor. Dio el primer paso ella y soltó desde su pecho el mayor de los plantos y lamentos que se habían enconado sólo para nutrirse de su ira y de su rebeldía: “Es falso este amor desde que mi libertad ha herido. Has maltratado mi dolor, me has mentido como el viento miente a los rosales. ¡Ingenua de mí! Me confié y me he marchitado. Moriré contigo, mas no viviré sin ti, clamaré a los cuatro vientos, que me engañen los dioses y pueda darte por muerto. Esta realidad artificial, este castillo de cristal por ti creado no me pertenece, no forjarás mi destino, no quiero tu yugo… no interrumpamos más nuestros sueños, no nos mantengamos presos el uno al otro.”
  De modo que Él, enfurecido, sentía lo mismo. Ambos eran presa del desencanto pero ninguno se atrevía a dar un paso en aquella incierta oscuridad. Aquel ciego amor les había privado de toda confianza. Y replicó Él: “Mis sueños se tornan pesadillas, reapareces en ellos pese a que ya no eres mi mayor anhelo. Fui un necio al servirte. He aprendido a quien realmente debo reverenciar: la pasión amorosa no ha de superar a la celestial. He sido un insolente, cada “te amo” es ahora una dolorosa puñalada de veneno.”
  Lo habían matado, lenta, dolorosa y fríamente. Habían acabado con el germen de su pasión, con el retoño de su mutuo cariño. Y el Mal y el egoísmo comenzaron a florecer en aquella jaula de oro extendiendo sus tallos espinosos y sus amargos frutos. Las raíces siempre habían estado ocultas, pero esperaron a que la tierra fuese lo suficientemente fértil para ellos.
  Habían creado el Amor terrenal y es que no hay Amor más verdadero que el profesado a la divinidad, todo sentimiento ajeno es secundario e innecesario.
  El Amor es una fuente de emociones que no debemos tolerar. Tenemos que permanecer indolentes, impasibles, impertérritos, hasta solucionar nuestra deuda pendiente. Pues “de duro hierro y frío hielo es el corazón del Arkelio.” 

Hagas lo que hagas,
Sufrir es inevitable.
Si el amor causa llagas,
Sólo el odio puede salvarte

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